
De todos es conocido que la realidad muchas veces supera a la ficción. A nosotros los periodistas nos ocurre en más ocasiones de las que creerían que escuchamos historias que si las leyeran pensarían: ¡qué imaginación tiene este relator! De hecho, algunos documentales aprovechan herramientas para estructurar historias reales mediante la técnica denominada cliff hanger (colgado de un precipicio); es decir, mantener el interés al límite. La verdad es que desde que cambiamos de los fotolitos a la autoedición, desde que nacieron las redes sociales, desde que Google habita entre nosotros y, especialmente, desde que yo terminé la carrera de Periodismo, todo ha cambiado tanto que podría decirse que se le ha dado la vuelta al panorama de la comunicación pero, no solo a este ámbito. También ha habido una auténtica revolución en lo que tiene que ver con la distribución y, por supuesto, con la fabricación. Y se preguntarán por qué empiezo así la carta.
Lo hago porque cuando comenzó Dulces Noticias... y algo más, ya saben que hace más de treinta años porque no hemos dejado de celebrarlo el año pasado cada día gracias a tantos testimonios de ustedes, había una frase que se repetía una y otra vez: “tenemos que conseguir dignificar el Canal Impulso” y he vuelto a oírla más de la cuenta. A mí no me gustaba entonces y sigue sin gustarme. No me agrada su significado, “hacer que tenga dignidad una persona o una cosa, o que aumente la que tiene”. Entonces pensé que lo que en el Canal necesitaban era mejorar la autoestima y no la dignidad.
Ya lo he comentado en muchas ocasiones pero no me canso de repetirlo: me parece de una grandeza enorme que tantos profesionales se hayan hecho a sí mismos prácticamente de la nada, con valentía y esfuerzo, y hayan sido capaces de crear un tejido empresarial que cumple una labor extraordinaria: llegar a lugares donde no llegan otros, aunque antes se valorara más que ahora. El Canal Impulso ha tenido sus propios Armstrong, Aldrin y Collins en tantos emprendedores que crearon empresas mayoristas donde no las había, gracias a las escuelas con prácticas en la calle que proporcionaban empresas como Chupa Chups o Damel. Empezaron vendiendo pipas y golosinas, y ahora muchos de ellos cuentan con almacenes con salas blancas o temperatura controlada.
Hace unos veinticinco años, una empresa del sector que se llamaba Industrias Dulciora cuando fue adquirida por Cadbury, organizó en Sitges una puesta de largo con sus distribuidores donde hubo una mesa redonda muy interesante en la que se habló de la problemática del sector. Si tienen curiosidad tiren de hemeroteca, se van a sorprender de lo recurrentes que son muchos de esos problemas. Después, la propia Cadbury, tras adquirir Adams, proporcionó, dentro de un programa que se llamaba ‘Creciendo Juntos’, herramientas para ayudar a las empresas de la distribución a gestionar sus crecimientos, porque muchas habían crecido a la par que lo había hecho el sector. No podemos hablar de la distribución sin contemplar en paralelo a la industria de confitería, de chocolate, de aperitivos y frutos secos, de galletas y del dulce en general, y valorar cómo era y cómo es ahora. En el reportaje balance de ISM lo pueden percibir. Todo ha cambiado: desde la fórmula al packaging; desde las herramientas de gestión a las de control de almacén y logística. Si no se hubiera producido esta evolución gracias a los requerimientos del mercado, de los canales, de los consumidores de nuestro país y de otros lugares, el sector no estaría donde está ahora, con embajadores en el mundo como los que protagonizan el reportaje sobre la última edición de ISM.
Y les escribo todo esto con un sabor un poco agridulce; por un lado, me siento feliz por haber tenido el privilegio de haber participado de esa historia, porque Dulces Noticias... y algo más también ha puesto su granito de arena en esta evolución, como vehículo de comunicación; y, por otro, triste por todos aquellos que se verán obligados a repetir la historia por no leerla.
@LolaFPaniagua
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